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miércoles, febrero 14, 2007

Transantiago, un camino lleno de "eventos"

Recuerdo que hace ya algún tiempo, Ximena Rincón, en su condición de intendenta de Santiago, tuvo la genial idea de bautizar como "eventos" los baches y hoyos que engalanan nuestras calles. El tema se puso de moda, precisamente, porque se dijo entonces que para echar a andar el plan Transantiago, se necesitaba repavimentar una buena parte de la capital.

Al margen de que no fueron terminados ni la mitad de esos arreglos, hoy el camino que ha comenzado a recorrer el nuevo plan de transportes metropolitano se ha encontrado con muchos más baches que los hoyos de las calles.

Antes de continuar, quiero dejar en claro que no me interesa tirarle mierda al Transantiago porque sí, ya que el correcto funcionamiento de éste es justo y necesario para todos los que utilizamos el transporte público de la capital, que somos, además, un gran porcentaje de la población del país. O sea, que el plan cumpla su objetivo es bueno para el pueblo. Por lo demás, el sistema anterior dejaba bastante que desear y era perjudicial para gran parte de la misma gente.

No obstante lo anterior, no se puede dejar pasar la serie de decisiones erradas que a mi juicio se han tomado a lo largo de este proceso.
Errores cuyo origen no es otro que el gobierno de Ricardo Lagos, principal responsable de los problemas que han ido manifestándose estos días, quien, a la sazón, se encuentra "guata al sol" en Punta del Este (Uruguay).

¿Quién manda a quién?

Delimitar las responsabilidades operativas del plan Transantiago ha sido problemático. El nuevo régimen de propiedad del transporte colectivo promueve irregularidades como las vividas estos días, donde gobierno, empresarios y trabajadores se han echado la culpa unos a otros por el mal funcionamiento de la puesta en marcha del sistema.

Al tener cada operadora una suerte de monopolio por sector, concentra un alto poder de mercado que le permite afectar el funcionamiento del sistema casi impunemente, porque aunque el Estado pueda, en el papel, cursar multas, o llegar a revocar licencias de operación, necesita que cada empresa no deje de trabajar, pues no dispone de un parque de “microbuses de contingencia”, para parchar momentáneamente la salida de alguna de las empresas de la licitación. Con esto, en la práctica, los dueños de las micros tienen la sartén por el mango, ya que sus máquinas son indispensables.

Esto cobra un peligro mayor, al evidenciar que cerca del 40% de los nuevos (y los viejos re pintados) buses pertenecen a Manuel Navarrete, quien fue uno de los principales empresarios de las micros amarillas, recordado por el paro patronal del transporte público de 2002, tras el cual fue procesado por violar la Ley de Seguridad Interior del Estado.
En este sentido es muy legítimo preguntarse (e investigar) ¿por qué Lagos y sus secuaces le adjudicaron la licitación a este señor? Espero que no hayan sobresueldos o coimas vinculadas entre medio...

Volviendo al tema central, no se puede negar que el nuevo régimen de propiedad del transporte subsana un aspecto importante del modelo anterior. Como ya no hay un sistema de competencia abierta entre distintas empresas (las diversas líneas que operaban antes), se aminora el riesgo de accidente a los pasajeros, pues disminuyen los incentivos a las carreras entre choferes.

De todos modos, la única forma de solucionar definitivamente, tanto los riesgos de competencia entre líneas y choferes, como el poder de mercado de las operadoras -monopólico o semimonopólico-, es avanzar hacia un transporte público de control o propiedad estatal, recuperando, asimismo, el sentido de servicio, puesto que se ha consolidado la idea de que es un negocio.

¿Qué hacemos con la segregación urbana?

Cualquier tipo de modificación al sistema de transportes de la capital debería ir de la mano con una política que combata directamente la segregación urbana, que es quizá el principal mal que afecta a nuestra capital, después de la contaminación.

El diseño de Santiago se ha tornado cada día más hostil para la población, sobre todo para los más pobres, que por una política de vivienda de ghettos, iniciada por la Dictadura y profundizada por la Concertación, vive en los márgenes sur, poniente y norte de la ciudad, quedando a gran distancia de sus lugares de estudio o trabajo, lo que les obliga a realizar verdaderos viajes, de más de 2 horas incluso, con la consiguiente pauperización de su calidad de vida.

En ese sentido, una de las promesas iniciales del Transantiago era la disminución de los tiempos de traslado en la capital –gracias al sistema de transbordos–, la que hasta ahora se ha visto incumplida pues, incluso, se ha duplicado la duración de algunos viajes. Lamentablemente, según lo han reconocido voces hasta del oficialismo –como el diputado PPD Patricio Hales, en entrevista con W Radio–, parece que esta situación no se revertirá, con lo que la reducción de la demora en los traslados, de llegar a producirse, será marginal.

¿Errores de diseño?

Otro reclamo que se ha escuchado recurrentemente a los usuarios en estos días tiene que ver con el diseño de los trazados, primordialmente de los servicios alimentadores de cada zona.

En muchos casos, no se ha seguido una lógica de acomodar los recorridos a las dinámicas de socialización y a las necesidades propias de las comunidades, generando descontento y confusión entre los pasajeros.

El tema ha llegado a tal nivel, que incluso hay dificultad para que los pasajeros se desplacen a algunos hospitales y otros servicios asistenciales que les corresponden por ubicación geográfica.

Pero esto tiene arreglo. Como se ha señalado que este período es de "marcha blanca", y hay tiempo para introducir modificaciones, se pueden ir rediseñando rápidamente los servicios locales que sean necesarios. Para esto es primordial involucrar a la comunidad, por lo que se hace urgente convocar a los municipios y las juntas de vecinos de cada zona, para avanzar hacia un servicio de transporte local más dócil para la población.

¿Culpar a Bachelet o a Lagos?

Decir hoy que la capital aún no está lista para albergar el Transantiago parece obvio. Todos hemos visto calles a medio repavimentar, semiensanchadas, paraderos no terminados, etcétera.

Lamentablemente, la improvisación ha marcado las distintas etapas de este proceso, ocasionando el legítimo descontento de la ciudadanía con el gobierno, con las consiguientes expresiones de malestar de la gente, que seguramente se irán acentuando si el sistema no de señales de mejorar.

El tema es que, al parecer, la opinión pública ha olvidado que el responsable político es Ricardo Lagos, que, en su condición de Presidente de la República, apuró más de la cuenta el nuevo plan de transportes de Santiago, buscando consolidar su popularidad y asegurar la reelección de la Concertación en La Moneda. Sin más, como ya fue señalado, las licitaciones se adjudicaron durante su mandato.

Sin pretender ser indulgente con su gobierno, Bachelet está sufriendo las consecuencias de un aprovechamiento político, que también le favoreció inicialmente, pero que hoy tiene a gran parte de los santiaguinos con una mirada crítica hacia La Moneda (para qué recordar que la imagen del "rostro" del transantiago, Iván Zamorano, tambiçen se ha visto afectada, pero eso es otro tema).

Y si bien son valorables los intentos de la actual administración por mejorar el plan Transantiago, incluidas las postergaciones previamente realizadas, es momento de que el Ejecutivo termine de cuidarle las espaldas al gobierno anterior, y se ponga a buscar las responsabilidades técnicas y políticas de los "eventos" que hoy tienen en entredicho al trasporte colectivo, para que los ciudadanos podamos emitir nuestro veredicto. No vaya a ser que a Richie Lake se le ocurra repostular al sillón de O`higgins.